ESCARCEOS LITERARIOS DE UNA ABEJA ENAMORADA
Desequilibrio es un monólogo escrito por Rodrigo Vélez Ángel e interpretado por José Antonio Osorio. La obra gira en torno a las especulaciones amatorias y literarias de un profesor de teatro de colegio, estudiante de maestría en literatura, sensual lector de Kafka y Virginia Woolf, malabarista de citas bibliográficas y aprendiz de picaflor a quien lo excita saber de coleópteros, abejas y el erotismo de la polinización. Manuel, es un enamoradizo compulsivo. Ya van cuatro romances en el año. Esta vez será “La Chica T”. Bióloga de mechón rubio en la cara, políglota, mesera en el Caracol ruso y voyerista de abejas. La apasionada cinéfila por quien nuestro galán se rapó la cabeza, se puso un topito en la oreja y se disfrazó del protagonista de Trainspotting. Aunque la pasión con la bióloga no se consumó en polinización, Manuel sigue feliz. Dice que le encanta perder. Según él: “profesa el cariño de los tontos”. Y arranca de nuevo. Ahora, el turno es para la poeta mexicana Sor Juana Inés de la Cruz. Está flechado. Todos sus deseos los sublima en un orgasmo literario con la mujer que se “disfrazó” de monja para ser escritora. Ama el éxtasis místico de sus versos, sus escarceos lésbicos y las trampas de su fe.
El intérprete de Manuel se presenta a la sala como un actor rapsoda que hilvana los cuatro episodios que estructuran los amoríos del protagonista. Una voz narrada que comenta, duda, personifica, interroga e interactúa con el público. Más que a una puesta en escena asistimos a una puesta en palabra. Pues la actuación, escenografía, luces y sonido están en función de la locución del texto. Parafraseando a Jean Pierre Sarrazac podríamos agregar que la pulsión rapsódica de Desequilibrio procede de la variedad de secuencias textuales que en la pieza oscilan entre lo dramático, lírico, épico y argumentativo. Prueba de ello, es la disertación académica que Manuel hace sobre su amada poeta mexicana. Que, si no fuera por el rigor interpretativo del actor, su mesurado tono de voz y la economía de sus gestos, la escena podría ser tranquilamente una conferencia performática. Es así como la obra se aleja de la consabida estructura aristotélica y se plantea como un “drama en fuga”, una especie de rapsodia escénica. Una apuesta en la que el intérprete es consciente de que su personaje, en apariencia, tiene la necesidad de escribir y de amar; pero también sabe que es un flojo sin voluntad y carece de disciplina para hacerlo. Es más fácil fantasear con los premios nobel que no ha escrito y saborear las mieles del amor imposible. O dicho en sus palabras: “En la literatura no concluye y en el sexo no concreta”.
Un personaje que, sin pretenderlo claro está, ingresa al selecto grupo encabezado por Don Quijote y Madame Bovary. El prestigioso club de los seres que no se ajustan al mundo real y eligen vivir en la ficción de sus lecturas. Si el Hidalgo lo deja todo por armarse caballero; Madame Bovary se rehúsa al rol de ama de casa para vivir igual que los excéntricos personajes de sus novelas; Manuel no se conforma con ser profesor de teatro para niños y sueña con ser una abejita masturbándose contra un libro mientras poliniza a sus amantes. Pero ya serán los espectadore quienes juzguen a Manuel. Finalmente ellos decidirán verlo como un instructor de seducción, un pajizo literario, un megalómano sin fortuna, el Don Quijote de la apicultura, un caso cómico de Bovarismo, un acosador de monjas, la vanguardia del teatro infantil o simplemente “un perdedor alegre”. Hoy cuando todos queremos ser “ganadores” mirar compasivamente a perdedores como Don quijote, Madame Bovary o Manuel
será nuestro mayor acto de grandeza.
EUGENIO GOMEZ BORRERO
WWW.CINESPINA.COM
FICHA TÉCNICA
Dramaturgia y creación escénica
Rodrigo Vélez Ángel
Intérprete y creador escénico
José Antonio Osorio Ruiz
Producción
Agrupación Escénica Dulce Compañía
Concepto escenográfico, iluminación y sonido
Rodrigo Vélez Ángel
Fotografías
Leo de la Parca
Diseño de imagen
Lina Marcela Sánchez